miércoles, 4 de junio de 2014

DEL TIEMPO O EL DESEO DE ETERNIDAD.

Bueno (ajú, mal vamos si empiezo con un "bueno", pero ya se me han acabado todos los conectores posibles para empezar los artículos...), en este artículo teníamos que escribir sobre un capítulo del libro que quisiéramos de entre los que nos habían sido dados a elegir. Yo en mi caso como no conocía ninguno de los libros, he elegido uno al azar llamando La Sabiduría de la Antigüedad de Michel Onfray y la verdad que de todos los capítulos que lo componían, el único que me llamó la atención fue Del tiempo o el deseo de eternidad, que es sobre el que voy a escribir a continuación.


Como cualquier persona pasota, tengo que decir que cuando me acordé de que tenía que escribir el artículo lo primero que pensé fue "buaf, qué asco... pues nada, a leer el capítulo y a ver que sale". Ahora tengo que decir que una de las cosas que más me gusta de filosofía es que te quita todas las tonterías. Desde el momento que vi el capítulo y lo leí por primera vez, tuve la sensación de ser una completa estúpida e ignorante. 
La lectura empieza hablándote del olvido, las relaciones, el daño... ¿Alguien me explica que tiene esto que ver con el tiempo? ¿Qué le pasaba a este hombre en la cabeza; cómo ha podido equivocarse escribiendo el título de un libro que supuestamente tiene tanta importancia en el mundo de la filosofía? Imagino que preguntas así no me iban a ser resueltas hasta llegar a leerlo por completo y, aún así, entendí entre poco y nada de todo lo que había leído. ¿Por qué es tan difícil entender a alguien que utiliza vocablos de prominente complejidad? Continuando con esa primera lectura mecánica, seguía viendo dificultades y más dificultades. Que si ahora de olvidar pasamos a odiar, luego a perdonar, después a la venganza y el resentimiento y, finalmente, al tiempo. Aquí es cuando dices tú "bien, por fin llegamos al tema principal", pero no, aquí es donde te empieza a hablar de tiempo y música. Pero a ver Michel, después de todo lo que has dicho del odio, el resentimiento... ¿me estás diciendo que la música transmite lo malo de nuestra realidad? No entiendo nada. Me surgen más preguntas, cada cual más estúpida y sin sentido que la anterior, por lo que no me voy a molestar ni en dejar que las leas. Avanzando un poco más me doy cuenta de lo inútil que me resulta esta lectura y opto por volver a empezar desde el principio (con un diccionario en la mano) para leer y entender todo frase a frase, vamos, lo que para nosotros es una lectura comprensiva. Así que ahora sí, aquí es donde empieza lo importante del artículo.

Continuemos examinando el tiempo. Desde el momento en que llegamos a esta vida, el tiempo nos gobierna. Lo medimos, lo señalamos... pero no podemos vencerlo ni hacer que vaya más deprisa o más despacio. ¿O quizá sí podemos? Todos hemos experimentado la sensación de que los momentos preciosos pasan demasiado deprisa y hemos deseado que duraran más; o se ha parado el tiempo en un día gris y hemos deseado que corriera. Quizá no tengamos poder para decidir qué momento será más denso para nosotros, pero sí somos conscientes del cambio que nos produce. A todos se nos hacen eternas las horas en el instituto y cada hora más pesada que la anterior. Preguntamos la hora a un compañero, volvemos a preguntarle lo que para nosotros sería como media hora después y nos dice que sólo han pasado cinco minutos. ¿Cómo es esto? Seguro que hemos parado el tiempo. A nadie se le ha ocurrido pensar que si pasáramos nuestra vida en clase siempre, podríamos ser casi inmortales. ¿Quién decide cuando nos llega nuestro momento? ¿Por qué lo que debería ser efímero apenas dura unos segundos? Planteémoslo así: si fueran eternos los momentos que nos gustan, ¿por qué íbamos a disfrutarlos? Si son para siempre, ya tendremos tiempo de aprovecharlos, ¿no? Pues este planteamiento le da significación a muchas cuestiones. ¿Por qué cuando estamos muertos de sed (no muertos literalmente, sino que tenemos mucha sed) y bebemos agua, nos sabe a gloria? ¿Por qué un abrazo, que dura apenas unos segundos, puede animarte todo un día que has estado decaído? ¿Por qué con escuchar tu canción favorita una vez, sólo una vez, sabiendo que llevas toda la tarde escuchando música, eres capaz de ponerte a saltar y cantarla a berridos? (Ésta última no sé si la ponéis en práctica, pero como yo escribo desde mi punto de vista, pues pongo lo que yo hago y sí, si suena mi canción favorita se entera todo el vecindario). Respuesta a estas preguntas: porque dura apenas un momento. Cuando estás bebiendo agua normalmente, no te paras a pensar "oh Dios mío, que bien", simplemente te la bebes y punto. Si estuviéramos todo el día abrazado a una persona, en vez de alegrarnos sería un agobio, ¿de verdad quieres estar tan limitado en tu vida? Y poniendo el último caso, si estuvieras todo el día escuchando tu canción favorita, la tendrías más que aborrecida. Todos escuchamos música, independientemente del tipo que nos guste, pero ésta varía según nuestro estado de ánimo. Si estás feliz, escuchas canciones movidas y alegres; y si estás deprimido, buscas canciones tristes para sentir comprensión por parte de la música. Aunque, ¿a qué se debe que estemos deprimidos? 
Yo, como voy siguiendo una reflexión relacionada un poco con el libro, digo que esta depresión puede deberse a una pelea con algún amigo. ¿Por qué no? Por poder, puede ser cualquier cosa. Voy a dar por hecho que todos, en algún momento de nuestra vida, hemos perdido a algún amigo quizá por una pelea o simplemente porque ya estábamos hartos el uno del otro, o sólo uno de otro. En cualquier caso, la cosa es que resulta muy difícil seguir adelante sin pasar por diversos estados de ánimo. Sentimos que estamos divididos: por una parte, nos gustaría que todo volviera a ser como antes, pero por otra parte, sólo queremos olvidar a esa persona y todo aquello que puede provocarnos un dolor psíquico. Se agolpan sentimientos que, para bien o para mal, pueden hacernos conscientes de hasta qué punto seríamos capaces de hacer cualquier cosa por otra persona. También podríamos tener diferentes reacciones respecto a este asunto; unos podrían decidir olvidar a la otra persona, pero eso significaría poner en claro todos los asuntos ocurridos entre ambos, no únicamente dejar de hablar con la otra persona y usar un trato de completos desconocidos; otros podrían querer vengarse, pero eso no le haría bien a nadie, ya que te harías más daño a ti mismo de lo que le haces a la otra persona. Aunque debemos ser conscientes de que no estamos atados a nada ni nadie. 

Todos tenemos una serie de hábitos que, precisamente, se llaman hábitos porque son cosas que hacemos habitualmente, como puede ser correr, barrer playas, escuchar música... y para que sean considerados "hábitos" tiene que darse el caso de que lo vengas haciendo desde tiempo atrás, lo que implica tu pasado. Y aquí surge otro dilema: queremos cambiar nuestro futuro, pero eso implicaría tener que dejar de realizar nuestras costumbres. ¿Qué hacer: continuar con nuestra monotonía o cambiar de hábitos? Son pequeñas dudas que a cada uno le surge en su tiempo, que para uno puede ser con una gran diferencia temporal respecto de otras personas, porque es posible que lo que para ti pueden ser dos minutos, para mí sean cuatro. Cada uno vive el momento a su manera y derrocha el tiempo como quiere, así que para ti tu tiempo y para mí mi tiempo; y puede darse que este tiempo sea el que indique hasta dónde llega nuestra eternidad y pueda verse afectado por los demás. No creo que alguien que vive estresado, todo el día estudiando, sin amigos, con problemas y sin nadie a quien contárselos viva tanto o más que alguien que es feliz. 

Realmente no sé qué reflexión o que fin tenía el texto sobre el que he escrito el artículo, pero creo que me ha servido para darme cuenta de que estamos enseñados para hacer las cosas mal y con prisas (cosa que con este texto no puedes hacer si quieres que salga un comentario medianamente aceptable) y esto puede reducir nuestro tiempo de vida, así que yo me voy a aprovechar mi tiempo con gente que me importa. Espero que hayas aprendido algo leyendo este texto, tanto como yo he aprendido que no debemos depender de nadie, ni tampoco aislarnos del mundo para sentirnos seguros.

"Siempre me siento feliz, ¿sabes por qué? Porque no espero nada de nadie, esperar siempre duele. Los problemas no son eternos, siempre tienen solución, lo único que no se resuelve es la muerte. La vida es corta, por eso ámala, sé feliz y siempre sonríe, sólo vive intensamente. Antes de hablar, escucha. Antes de escribir, piensa. Antes de herir, siente. Antes de rendirte, intenta. Antes de morir, vive."

viernes, 14 de marzo de 2014

O me callas o me callo.

Alguna vez he oído a personas habladoras decir que preferirían morir a no poder hablar. Resumidamente, en eso consiste este artículo: pasar 24 horas sin comunicarnos. Y sí, digo comunicarnos; no hablar, porque comunicarse incluye algo más que sólo emitir sonidos por la boca. Comunicarnos en este caso se refiere a todo lo que implique relacionarnos con alguien, ya sea hacer gestos con la cabeza o las manos o gesticular con la boca sin producir sonidos. Esto también implica que no podemos comunicarnos por ordenador o con el móvil y, preferiblemente, tampoco usarlos para jugar o entretenernos, ya que, aunque no se haya dicho con estas palabras, la finalidad de la actividad es que te relaciones contigo mismo interiormente, mediante tu propia reflexión. También sería preferible que, aunque tengamos un examen al día siguiente (como es mi caso, que yo tenía dos exámenes al día siguiente de realizar el ejercicio), no estudiemos el día que no podamos hablar para no mantener la mente ocupada. Esto resulta bastante lógico porque puedes estudiar antes de tener que hacer la actividad porque ya es mala suerte que no estudiemos nunca y tengamos que estudiar en este día. Como podéis ver, ya no le dejan a uno ni hacer la fotosíntesis tranquilo. En realidad, yo no me considero una persona superhabladora, pero sí que me considero una persona comunicativa. Por eso para mí si el ejercicio consistiera sólo en "NO HABLAR" pues tampoco tendría mucho que escribir, pero como no es el caso y he tenido mucho tiempo para reflexionar, doy paso a lo que mi mente me ha estado diciendo todo ese tiempo.
Haciendo un poco de referencia a lo que he experimentado, normalmente suelo ponerme los auriculares y aislarme completamente del mundo, desde que me despierto hasta que llego al instituto. Hoy, para no mantener la mente ocupada, no me he puesto los auriculares (esto resulta muy extraño en mí, ya que mucha gente me reconoce únicamente por los auriculares) y debo decir que gracias a eso me he dado cuenta de la monotonía de mi horario tipo desde que salgo por la puerta de mi casa para coger el autobús hasta que vuelvo a coger el autobús al salir del instituto. Pues bien, mi horario consiste en: salgo de mi casa (con los auriculares puestos, por supuesto), saludo a quien sea que esté en la parada con un 'buenas', me monto en el autobús y saludo al chófer, me quedo observando a la gente que sube y baja del autobús mientras escucho mi música, llego al instituto y espero en el banco de la entrada mientras llegan más compañeros. Toca el timbre y subo a clase para pasarme dos horas sin entender nada porque mi cerebro y mente están completamente desconectados. Toca el timbre del primer recreo y éste para mí consiste en comerme el bocadillo, saludar a una amiga y decir tonterías mirando desde un balcón de la primera planta. Vuelve a tocar el timbre y las siguientes dos horas las paso preguntándome cómo he podido acabar ahí, haciendo algo que no me gusta, independientemente de cuál sea la asignatura. Vuelve a tocar el timbre, segundo recreo; volvemos a quedarnos en un balcón diciendo tonterías. Suena el timbre, últimas dos horas y, como no, las que se hacen más pesadas del día. Vuelve a sonar el timbre para indicar que acaban las clases y me limito a andar rápido para no perder el autobús, sin despedirme de nadie porque no me merece la pena, total, los voy a ver al día siguiente... Subo al autobús, me pongo mis auriculares y termino como empecé, aislada del mundo. Realmente, resulta muy triste que me haya dado cuenta de esto teniendo que pasar un día sin hablar...
Bueno, como he dicho antes, no me considero una persona habladora, ni mucho menos pero, como era de esperar, mis amigos iban a estar ahí para apoyar mi causa e intentar que hablara. Realmente no me ha resultado duro eso de no poder comunicarme, lo duro ha sido acordarme de que no debía hacerlo.
Antes de empezar la actividad, pensaba que iba a ser como estos típicos días que estás de bajón o simplemente no tienes ganas de hablar y pasas de todo el mundo. Pero por desgracia o por suerte no ha sido así. Estoy acostumbrada a que todo el mundo me pida ayuda con algunas asignaturas en los recreos y/o en los cambios de clase, y la verdad es que hoy, al ver que no podía ayudarles, han pedido ayuda a otra persona que realmente no estaba tan segura explicándoles como suelo hacerlo yo. Sentí frustración. Sentí un nudo en la garganta por no poder decir aquello que pensaba. Me sentí como un niño tímido al que nunca le tienen en cuenta su opinión y tampoco pone empeño en que se reconozca que está ahí. Me sentí como cuando yo misma era más pequeña y me costaba decirle a los demás lo que pensaba de ellos. Actualmente, me tachan de borde porque no me corto un pelo diciendo lo que pienso. Pero hoy me he sentido como una Violeta indefensa, débil, invisible... como solía ser antes. Por suerte, esto no es más que una actividad de un sólo día, así que cuando por fin terminó, volví a sentirme yo. Creo que es de las pocas veces que me enorgullezco de ser yo y ser como quiero, pero aun así esto me ha hecho sentir que me avergüenzo de cómo era antes, de recordar cómo todo el mundo se aprovechaba de mí y abusaba de tener más fuerza que yo para hacerme lo que ahora se considera acoso. No voy a decir que ojalá nunca hubiera pasado, porque gracias a cosas así es por lo que ahora soy más fuerte. 
Bueno, volvamos atrás, que me voy del tema. He tenido mucho tiempo para reflexionar tanto temas "normales" como temas personales. Pongo "normales" entre comillas porque cuando estoy sola, suelo hablar conmigo misma y suelen salir temas parecidos a los que he citado. Pero entre esas reflexiones salió un tema bastante interesante sobre el que me gustaría hablar: las personas mudas.
Nosotros, los que realizamos esta actividad, no estamos obligados ni mucho menos a hacerla, ni tampoco estamos obligados a no comunicarnos. Hay personas que lo han hecho y alguna vez han hablado o han gesticulado para decir algo o incluso dejaron avisados de antemano a sus compañeros para que les hicieran preguntas de sí y no con las que pudieran responder moviendo la cabeza. Así pues, yo me propuse no comunicarme, y creo haberlo conseguido. Mi duda surge de: nosotros realizamos esta actividad porque queremos, porque nos resulta interesante aun sabiendo que no es fácil estar sin hablar durante todo un día, pero quizá, si lo hiciéramos durante más tiempo, nos acostumbraríamos a no abrir la boca y quizá hasta nos costaría tener que comunicarnos. Teniendo en cuenta esto, mi reflexión me llevó a preguntarme "¿y si hay mudos que no hablan porque no quieren? ¿y si hay mudos que no hablan porque les parece innecesario?" Es cierto que hay sordo-mudos, sí señor, pero no es éste el caso que aquí planteo. Hablo de personas que, sin motivo aparente, no saben o no pueden (o no quieren) hablar. 
Se supone que nos diferenciamos de los demás animales en que poseemos el don de la palabra, pero entonces, ¿qué pasa con estas personas? ¿Son considerados animales en vez de personas? Ahora bien, ¿quien asegura que los animales no puedan hablar? Por mi cabeza se pasó la idea de que quizá los animales sí tengan la capacidad de hablar, pero no lo hagan porque les parece innecesario. ¿Por qué no? Cada uno divaga a su manera. Otra idea que se me pasó por la cabeza entre las que más destacaban (hay algunas ideas que mi cabeza simplemente las ha descartado, porque la verdad es que no las recuerdo) es el tema del miedo. ¿Por qué existe el miedo? Hay teorías que dicen que el miedo surge con el inicio de la vida, cuando los animales tenían que esconderse de quienes podían cazarlos o, lo que sería el caso más común que es el miedo a la oscuridad, se dice que surge de cuando las primeras personas se metían en cuevas para intentar habitarlas; iban con el miedo de que existiera la posibilidad de que dentro hubiera un oso o cualquier animal que se ocultara allí.
Suponiendo que entendemos el concepto de miedo, ¿qué pasaría si lo mezcláramos con la idea anterior que habíamos sacado sobre los mudos? Yo misma, no sé cómo, me he parado a pensar en la improbable posibilidad de que haya personas que no hablen porque tengan miedo. El problema es que de aquí surge otra pregunta a la que mi cabeza no le ha encontrado una respuesta coherente (esto resulta estúpido, porque no hay nada de coherente en todo lo que he escrito): ¿y a qué se debe ese miedo? Puede que quizá si hubiera pasado más tiempo llevando a cabo la práctica de no hablar, hubiese encontrado una solución distinta de las que ahora se me ocurren escribiendo, pero que no pienso deciros porque realmente esas soluciones no han salido de mi tiempo de reflexión.
No sé qué esperabas encontrar cuando abriste este artículo, ni si es lo suficiente estrambótico para ti, pero como consejo te digo que afrontes tus miedos y que si de verdad te consideras una persona tímida, que intentes realizar este ejercicio para que puedas darte cuenta de la necesidad de decir todo lo que piensas, ya sea bueno o malo.

No hay nada más difícil que hacerle daño a quien uno quiere, pero mayor es el daño que se hace al callar, cediendo ante el miedo y no enfrentándose. Pero el daño también se puede curar. TODO está en juego. Ha llegado el momento de dar la cara.

jueves, 6 de marzo de 2014

Hacerse una idea del polvo.

Como el resto de la clase, me veo en la interesante obligación de elegir un ejercicio 'diferente' sobre el que escribir. Las opciones no las inventábamos nosotros, claro, sino que las sacó nuestro queridísimo y grandioso profesor de filosofía, Jesús Zafra. La verdad es que había propuestas bastante sonantes, como realizar una comida al revés, organizar un concurso de sorpresas, inventar falsas leyes científicas... pero yo, como soy más impresionable que todas las cosas, elegí como principal opción hacerme una idea del polvo. Realmente, no sabíamos de qué trataba cada prueba hasta que la elegíamos, que era cuando nos daban la parte correspondiente del libro en la que venía explicado sobre qué trataba. Para mí fue bastante decepcionante. Cuando pensé en hacerla, se me pasaban por la cabeza muchas opciones de cómo podría ser y se me ocurrió elegirla porque resultaba bastante cómico realizar algún ejercicio sobre algo que no me hace ningún bien. Soy alérgica al polvo. De todas formas, algunas de las posibilidades que se me pasaron por la cabeza fueron que podría tratarse de mirar el polvo y hacer una reflexión simple u observar cómo se deposita en tu mesa de noche sin que puedas evitarlo. Pero no, cuando el artículo dice hacerse una idea del polvo, es hacerse una idea del polvo. Básicamente, la prueba consiste en que hacerse una "idea" del polvo es buscarle forma, para lo que necesitaría mucho tiempo y visitar muchos lugares para comprobar que en todo el mundo el polvo no es más que eso, polvo, sin forma, sin idea, así de simple. Así que porque puedo y porque quiero (espero que esto no reste puntos en la evaluación) he decidido modificar un poco el ejercicio.
El otro día, como todos los otros días, tuve que hacer limpieza en mi casa. No sería bastante raro si no se me hubiera pasado por la cabeza la idea de "¿por qué no limpiar la parte superior de aquel típico armario que todo el mundo tiene y al que seguro que nadie le limpia el techo?". No es por quedar como la sucia de mi casa, pero si no llego al armario, pues no llego y punto, no me molesto en subir una escalera para algo tan estúpido como eso que sólo lleva sin limpiarse desde la última vez que se pintaron las paredes de la habitación hace cuatro años. Bueno, el tema es que me subí a la escalera (con guantes y mascarilla; protección ante todo siempre) y observé la aglomeración de polvo. Pero visto así, no era más que polvo, sin nada particular. Cualquier otra persona seguramente hubiera soplado para ver cómo se tambaleaba de un lado a otro flotando en el aire. 
Como no contaba con esa opción, me limité a observar el polvo buscando la posibilidad de encontrarle la "forma". No encontré más que capas de polvo almacenadas durante años en la que se podía casi diferenciar cada grumito de polvo y que lo único que hacían era darle antigüedad a ese armario en el que se encontraban. 
Como no sabía qué más hacer, me limité a limpiar el polvo y, para mi sorpresa, pasó aquello de lo que siempre he oído hablar a mi madre y a lo que nunca he creído porque me parecía una estupidez: se formó una pelusa. Puede que para ti que me estás leyendo, esto te resulte estúpido, pero para alguien que tiene alergia al polvo como soy yo, me resulta fascinante, ya que, debido a esto, en mi casa hay que limpiar cada dos días. 
Continuando con mi fascinación, se me ocurrió meter aquella pelusa en agua, pero sólo la mitad, para ver qué pasaba. Aunque llevara guantes, al tacto resultaba bastante espeluznante tocar algo y notar cómo se te deshacía en las manos sin poder evitarlo. Ya para terminar mi experimento, hice aquello que de otra forma nunca habría hecho: soplar el polvo. Ahora es cuando te preguntas cómo has podido acabar leyendo el artículo de alguien así, sin sentido alguno. Un artículo que parece tratar sobre un tema diferente como es hacerse una idea del polvo y que una lunática hable sobre su experiencia como persona alérgica que es. Pues te digo que es bastante relevante porque la pelusa, como era de esperar, se convirtió en polvo y pude observar que aunque a primera vista todas las motitas parecían iguales, no lo eran. Quizá esto sea debido a que se me ocurrió soplar el polvo apuntando hacia una ventana por la que entraba bastante sol y me permitió diferenciar (aunque no con mucha calidad) que el polvo no tenía por qué ser un sólido. Porque, si lo piensas, ¿cómo es posible que un sólido pueda sostenerse durante tanto tiempo en el aire y pueda viajar teniendo una "forma" tan poco dúctil? 
Repito que es posible que para ti que lo lees, esto no valga tanto como para alguien que tiene esta experiencia por primera vez, así que ahora, hablando sobre el tacto de la parte de la pelusa que estaba mojada, parecía no ser nada, como si se disolviera en el agua, o que simplemente fuera un componente más de ésta. 
Como conclusión dejo como consejo que no el artículo que más te llame la atención tiene que ser el más interesante, ni tampoco por eso al ponerlo en práctica tiene que ser aburrido; puede que el azar haga algo más por ti que lo que tú esperas que pase. ¿O quizá no existe el azar?


Existe el destino, la fatalidad y el azar; lo imprevisible y, por otro lado, lo que ya está determinado. Entonces como hay azar y hay destino, filosofemos.

jueves, 5 de diciembre de 2013

Hoy no me disfrazo, hoy voy a ser yo.


Todo esto viene dado por una propuesta de filosofía: ir disfrazados al instituto. En mi opinión, el objetivo de la actividad era perder la vergüenza a medida que iba avanzando el día. Sé que mi experiencia ha sido muy diferente a la de los demás, puesto que yo en ningún momento he sentido vergüenza y si a eso le añadís que he sido la última en disfrazarme, la actividad perdía bastante encanto. Como podéis imaginar, en el instituto no ha sido nada nuevo, es más, he escuchado comentarios como "¿Todavía están con ese rollo?" o  "Mira, otra más".

Considero que puedo pasar más vergüenza vistiendo "normal", o como lo quiera entender la sociedad, que disfrazándome de algo tan llamativo como es el Joker. ¿El porqué? Es bien sencillo, me he sentido más 'Violeta' estando disfrazada que vistiendo vaqueros y camiseta, porque me considero una persona cómica y, lo admito, me encanta llamar la atención; me encanta hacer reír a la gente como una mala payasa que soy (véase mi disfraz para poder obviarlo). Aunque a nivel de risas, creo que yo me he reído más de mí que cualquiera que me haya visto. La gente se asustaba al verme (y es normal, porque soy fea, pero ya si lo complementas con el maquillaje pues...) y se preguntaban en su cabeza por qué iba disfrazada, pero no se atrevían a preguntarme. 
La verdad, creo que cualquiera que me haya visto mientras iba en el autobús puede afirmar que he disfrutado al máximo mi personaje, ya que cada vez que veía pasar a alguien por al lado de la ventanilla, le ponía caras raras o le saludaba para que me viera.
Es cierto que este ejercicio te hace plantearte muchas cosas tipo "¿Habrá algún motivo por el que los demás hayan escogido su disfraz o simplemente ha sido porque no tenían otro?"
En lo referente a mí, respondo a esta pregunta afirmando que sí, yo tenía mi motivo para elegir ese disfraz. Como ya he dicho anteriormente, me siento muy identificada con el Joker, tanto superficialmente como interiormente. Físicamente referido a la forma de vestir puesto que los dos somos bastante horteras y el maquillaje parece representar a un payaso simplón; e interiormente ya que me considero una persona fría a la que le gusta mantener las distancias, confiar sólo en quien demuestra que se lo merece y, desde luego, contar con pocos amigos.
Supongo que esas han sido las principales razones por las que me he sentido tan a gusto disfrazada. 
A veces no está de más ir desentonando (siempre que sea de forma positiva) y ser una excepción.

No sé qué pensamiento tendrán los demás sobre esto, pero hoy lo importante es yo, mí, mismo y mi mismidad. Hoy, 5 de diciembre, puedo decir que he descubierto quién soy y quién voy a seguir siendo, no quién los demás esperan que sea. Si cada uno aportara su granito de arena con esta forma de pensar, podríamos acabar con muchos estereotipos y podríamos intentar cambiar la forma de pensar de aquellos que no pueden entenderlo.
Fijándome en esta sociedad, he podido caer en la cuenta de que hoy no era yo quien iba disfrazada, eran todos los de mi alrededor, todos los que aparentan ser alguien que no son para agradar al resto. Hoy no es que yo fuera diferente, es que vosotros erais todos iguales.
Y para terminar, me despido diciendo que hoy soy el Joker porque voy disfrazada, pero mañana y pasado y el otro seguiré siendo el Joker porque es quien me define.
Sé tú el cambio que quieres ver en el mundo.